[Llevo rato frente al computador y he escrito muy poco. No avanzo, sin embargo, admito que estoy en un lugar muy cómodo: La Biblioteca Central de la Universidad de Guanajuato. Son las 09:44 a.m. de un miércoles 22 de mayo de 2024. ¿Cómo es que estoy aquí tan temprano?]
En mi antiguo departamento ya no puedo estar porque mi rentero se lo va a alquilar a un familiar. Fui expulsada tan inesperadamente que ni siquiera tuve oportunidad de despedirme. Sí, a veces se le necesita decir adiós a ciertos lugares/espacios. Entonces, me estoy quedando por un tiempo en la casa de mi novio, pero vive muy lejos. Su casa está tan apartada de la ciudad que allí aún se pueden ver las estrellas.
[10:07 a.m. Hace un par de días mi asesora de tesis me dijo que, cuando tuviera un bloqueo escritural, en una hoja aparte hiciera el ejercicio de escribir sobre cualquier cosa, lo primero que viniera a mi mente. Eso es lo que estoy tratando de hacer en este momento. Se supone que así iré soltando mi pluma…]
Ayer fuimos al cine mi novio y yo a ver Desafiantes, esa película donde sale Zendaya. La verdad me gustó mucho. Al principio estuvo medio lenta, pero después hubo un remolino de emociones. El caso es que salimos a las once de la noche y ya no había camiones a su casa, e irnos en un taxi no era opción porque cobraba arriba de $150. Así que nos quedamos en casa de su amigo X. Allí siempre nos han recibido y han adecuado un huequito para nosotros, aunque me sentía incómoda desde un principio porque sé que mi novio le platicó a X sobre nuestras últimas discusiones. Esa noche el sueño me abandonó. La última vez que vi el reloj eran las 2 a.m. En algún momento me dormí, pero pasadas las 4 a.m. desperté porque la hermana y mamá de X estaban platicando. Su hermana se iba a quién sabe dónde. Solo pude dormir como media hora más. En total fueron como dos horas, no lo sé.
[10:22 a.m. Acabo de regresar del baño de la biblioteca. Me acaba de bajar (afortunadamente), pero solo tengo puesto un protector de uso diario. Ojalá no me manche porque el camino de regreso a casa de mi novio es muy largo. Deberían poner toallas sanitarias gratuitas en los baños.]
Quería irme rápido de la casa de X. No quería ver a nadie, no quería saludar a nadie, no quería hablar con nadie, no quería pensar. Entonces, aunque me sentía un poco mal por la desvelada y la incomodidad de estar mugrosa oliendo a Zeus (un husky mimado que se restriega a la menor provocación), lo que siguió de la mañana la he pasado bien. Bueno, se me fueron tres camiones que venían al centro, jajaja. Pero después, agarré uno y se fue lento, lo cual me agradó porque no tenía nada de prisa y lo que quería era hacer tiempo en lo que abrían la biblioteca.
[10:35 a.m. Llegaron dos morritas desde hace rato y se sentaron en la mesa de al lado. Andan bien entradas en el chisme y de vez en cuando se les escapa la carcajada. A veces hacen pausas para fingir que ya van a hacer su trabajo en equipo. Me fastidia su vitalidad. Deben ser de primer ingreso. Y yo aquí, apenas con un mísero renglón del segundo capítulo de mi tesis.]
Me bajé en la Ford y caminé por atrás de la plaza. Me compré un champurrado y un tamal. La señora me regaló otro por ser de sus primeros clientes del día. De ahí me fui al jardín que está al lado de la sede de ingenierías. Me senté y me comí el tamal con el champurrado. Estaba muy a gusto. Un perrito estaba corriendo por todos lados, se veía muy feliz y juguetón. Les di algunas boronas de mi tamal a los pajaritos y a las palomas. Una abeja me asustó. Quería de mi champurrado y de mi tamal.
[10:39 a.m. Dios es grande. La encargada del piso ya mandó callar a las escuinclas. Ahora yo estoy riendo a carcajadas (por dentro, jajaja).]
Poquito después de las 8 a.m. me fui rumbo a la biblioteca. Vi sentada en una banca a una compañera de la universidad, pero como ya expliqué, no quería socializar con nadie. Afortunadamente la biblioteca ya estaba abierta. Como había poca gente (porque a las 8:30 a.m. sí hay gente rara que viene a la biblioteca) logré agarrar mi lugar favorito al lado de la ventana. Me gusta la ventilación, la iluminación y que me queda cerca el conector para cargar mi computadora. Me gusta la biblioteca porque es silenciosa, tiene internet, baños con papel, libros, espacios para trabajar que están cómodos y, lo mejor, es gratis. Disfruto mucho estar aquí. No se puede interactuar porque hay gente trabajando, hay personas tratando de salvar el semestre. ¡Respeta! Déjalos que se concentren.
[10:53 a.m. Comencé a recordar que hace un año venía más seguido. ¿Por qué? La pandemia del Covid-19 jodió muchas cosas, entre ellas, atrofió aun más mi capacidad para socializar. No podía estar mucho tiempo con las personas, ni siquiera con amistades cercanas, porque me comenzaba a dar ansiedad social. Entonces, huía (eso es lo que mejor sé hacer) y llegaba aquí porque este es el mejor refugio que conozco, no solo es un espacio para estudiar, sino un lugar donde una se puede resguardar del mundo. Veo la biblioteca como un paréntesis en medio del caos.]
[11:11 a.m. Bien dicen que lo más difícil es empezar… Ya llevo 116 palabras del segundo capítulo de la tesis. 😊]
Fotografía «Biblioteca Armando Olivares», tomada de X
| Jazmín Conejo (Irapuato, México, 2000). Estudiante. Es egresada de la Licenciatura en Letras Españolas de la Universidad de Guanajuato. Participó en el 1° Coloquio Literario “Jacaranda Literaria”: Mujeres en la literatura en Cuerámaro (2023) y en el Tercer Coloquio Interno sobre Estudios Editoriales en la Universidad de Guanajuato (2023). Actualmente está estudiando el idioma italiano y cursando un diplomado en lingüística aplicada. Le interesa la literatura fantástica y de terror. Forma parte de la antología Guerreras de la editorial “El aleteo de una mariposa” (2024). Publicó en las revistas: Jóvenes en la ciencia (2023) y Favor de interrumpir (2023). |
